Mis pensamientos asustan, más aun asusta al cerrar los ojos,
cuando sabes que posiblemente nada es real pero ¿Quién tiene la certeza de que
eso no nos hará daño? A ciencia cierto no lo sabemos. Al dormir nos sumergimos
en un mundo que es enteramente nuestro, y es por eso que a veces no conocemos
nuestras propias intenciones. Incluso nuestros más profundos deseos escapan de
nosotros en ese instante.
Siempre hay un momento, un sueño, un respiro que nos marcan
por el resto de nuestras vidas, en este caso mi momento era ese… ese que nunca
se iba y me atormentaba en cualquier momento del día, en cada sueño cada noche
y aún más en cada suspiro.
Tal vez un tiempo mantuve a mi mente alejada de todo eso la
entretuve pero no hubo caso, porque justo cuando parece que ese recuerdo se ha
ido, es cuando vuelve para atormentarte y decirte “aquí estoy” casi con tono burlón
más fuerte que nunca. Me siento correr por un largo pasillo ese que sé que me lleva a la locura, donde solo hay una puerta al final y
sabes cuál es. Tropiezo y me encuentro de rodillas al piso riendo como una
loca, porque tal vez ese era mi yo en ese momento, recordando cómo comenzó todo,
y el recuerdo vino a mí como si lo hubiese llamado con mi último aliento…
Creo que soy una de las pocas personas que va y se sienta en
una plaza sola en un banco y pretende que la vida está bien cuando no lo está. De
pronto los pájaros dejan de cantar y los niños dejan de reír. Solo escuchas el
agua fluir, en un punto, tal vez para encontrar paz, pero esos intentos solo
son débiles y a pesar de que opones resistencia ahí está de nuevo mucho más
intenso y vivo como en el primer instante. Tal vez es el gordito rubio o la
chica con las trenzas raras que te transportan a un determinado tiempo y lugar
y sabes que no volverás atrás con ese recuerdo. El cielo era algo fugaz en su
encuentro con el horizonte en un rojo vivo ardiente de pasión y de vida, la
tarde en la plaza siempre me subía el ánimo. Comencé a reír frenéticamente, sintiéndome
fuera de mi misma, todo fue tan rápido que no había ni tiempo para respirar,
escucho los gritos acusadores y los sollozos agonizantes de aquella niña cayéndose
desde el tobogán, un tobogán que la llevo a otra vida, sintiendo como el olor
de esa sangre se convertía en mi oxígeno en los días oscuros… corrí tan fuerte
como pude y jamás volví a esa plaza, nadie jamás lo supo, pero ese día nació
algo en mí, algo que no se ira fácilmente que me atormenta día a día. Fui yo,
pero ni siquiera sé cómo sucedió.
Ni si quiera en mis sueños estoy a salvo de esto, la locura
invade cada poro de mi piel. Ese pasillo se hace tan largo y tedioso de cruzar
que necesito otro escape de manera más rápida. Y ahí es cuando mi mente atormentada
se luce aún más, siento una punzada en mi pecho y luego el alivio, me dejo ir
escapando con cada gota mis frustraciones y todo de mí. Caigo al suelo
intentando respirar por última vez, y escucho una hermosa canción, siento mi
alma volar y por fin estoy a salvo después de tanto tiempo…
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