A veces ando por ahí en la calle, mirando el cielo, mirando todo. Me gusta detenerme en las construcciones y pensar en él, en como me contaba sus historias con tanto ímpetu acerca de como le gustaba construir cosas y ensuciarse la ropa hasta que el edificio estaba terminado. Miraba las plazas y recordaba esos besos fugacez que solia regalarme, pensaba en las veces que le dije cuánto lo quería, pero a veces los futuros son más cortos de lo que pensamos y las relaciones y esos "felices para siempre" no son para nosotros. A veces hay que dejar que las cosas fluyan, porque incluso el hielo se derrite. Cosas que recuerdo, pero que no quiero pensar.
Adoro observar todo, desde la sonrisa de la chica má bonita sentada en la plaza hasta los grandes edificios y pensar en el cómo y el por qué de algunas cosas. La gente siempre se queda mirándome cuando camino, casi nunca sonrío y si lo hago es involuntario, a veces cuando una esquina parece teñida por un pasado sin retorno, de esos recuerdos felices que ya no volverán, se dibuja una sonrisa involuntaria que no es duradera. Pero siempre me observan a pesar de todo y sé muy bien porqué es. A pesar de no ser simpática o algo similar tengo una remera que dice VIVA LA VIDA, yo misma la pinté, sé que la gente mira eso, como si fuese un recordatorio de que están vivos y ese mensaje pequeño pero eficaz logra encender una chispa que yo misma experimenté cuando empecé a usarla. A veces me la pongo de manera intencional y voy por ahí viendo las distintas reacciones, unos miran sin disimulo, otros miran por un tiempo prolongado olvidando que estan en la calle, los más jovenes comentan entre murmuros pero siempre está la misma reacción... amo esas pequeñeces, me hacen feliz, me hacen dar ganas de vivir la vida.
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